miércoles, 30 de enero de 2008

Las manias del cerebro y la torpeza emocional

(tiempo de lectura: 2'08")

¿Por qué tendemos a prejuzgar? preguntaba hace algunos meses Eduard Punset en una entrada de su blog y explicaba que "gracias a la neurología, descubrimos que el cerebro utiliza gran parte de su energía para predecir, inventar e imaginar". "El cerebro -añade en otro párrafo- también nos agrupa en función de nuestros temores y quimeras" y se cuestiona "si seremos capaces de controlar esta “manía” cerebral, para evitar así respuestas irracionales e injustas hacia los demás".

Esto viene a ser lo que pasó una tarde cuando un grupo de personas tomábamos café, y copa y puro, en el jardín de una pareja amiga tras una opípara comida. Repentinamente una de las invitadas a quien no conocíamos dio un salto y salió corriendo hacia el interior de la casa gritando "¡una avispa, una avispa!"

El anfitrión corrió tras ella y mientras tanto, confundidos, cada uno (pre)juzgó la situación a su antojo concluyendo más o menos al unísono que era una reacción "muy rara". "Alguna razón habrá" comentó alguien. En mala hora porque algún contertulio se sintió invalidado en sus apreciaciones y la respuesta fue contundente: "Da igual que la haya, no deja de ser una respuesta muy histérica a una situación banal. Es normal que haya avispas en un jardín". "Puede que así sea, insistió de nuevo nuestro amigo, pero esa histeria podría ser una respuesta a algo que desconocemos. Los humanos somos como un iceberg, solo se ve la parte que no está sumergida en el agua".

Recordé entonces la imagen y su mensaje: "La profundidad de un alma no se mide por lo que aparece en la superficie". Poco después nos explicó el anfitrión que la reacción se había producido porque se trataba de una persona alérgica a la picadura de avispa. Aún así los comentarios continuaron en el mismo tono: "No hacía falta tanto histronismo".

Todo quedó finalmente aclarado cuando pacientemente nuestro anfitrión nos dijo que esa mujer necesitaba llevar siempre consigo un pequeño kit para inyectarse epinefrina si le picaba una avispa y que al verla se dió cuenta de que se lo había dejado en casa. Su reacción de terror inicial estaba relacionada con el peligro que corrió la primera vez que sufrió un picotazo, cuando aún nadie sabía que era alérgica, y estuvo a punto de morir. Este hecho no detuvo a quien pensaba que la reacción estaba fuera de lugar, que sentenció: "Peor me lo pones, hay que ser torpe para olvidarse del kit sabiendo el peligro que corre". Nuestro amigo ya visiblemente irritado añadió: "Alguna razón habrá para que tu pienses así".

El incidente acabó pero el resto de la tarde estuvimos charlando sobre las torpezas emocionales.

lunes, 14 de enero de 2008

Valorarse y ser valorado

(tiempo de lectura 2'40")

Hoy en día todo el mundo habla de la autoestima, de quererse a uno mismo, de mirarse al espejo, lanzándose besos y recordándose uno mismo que "tu vales mucho nene". Tener la autoestima en su sitio parece ser una responsabilidad individual si nos atenemos a lo que leemos ¿pero es realmente así o forma parte de la interacción humana? Según la RAE el significado de la palabra valorar es "reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo" y de acuerdo con la definición del mismo diccionario autoestima es la valoración positiva de sí mismo.

Aplicarse a uno mismo estas definiciones parece simple pero todos sabemos que valorar lo que uno es, de lo que uno es capaz y lo que uno consigue no es habitualmente sencillo, quizás porque no nos enseñaron a hacerlo. Aprendimos a convivir con ese hambre de aprecio y valoración hasta que la psicología de salón, los libros de autoayuda e Internet comenzaron a repartir consignas y mensajes a diestro y siniestro, indicando que más vale aprender rapidito a satisfacer las propias necesidades psíquicas que andar siempre con las expectativas frustradas, porque la frustración, ya se sabe, genera ira y convivir con una vara de medir que parece indicar que no se está dando la talla produce sentimientos dolorosos y el dolor también puede acabar en ira y la ira suele esconderse detrás de muchas tonterías emocionales como involucrarse en peleas en las que una victoria es una caricia de autoestima.

Es fácil acostumbrarse a tener lo que uno necesita sin tener que salir a buscarlo. Tener hambre con dinero en el bolsillo o con el frigorífico lleno no es lo mismo que tener que buscar alimento cada vez que se siente la pulla en el estómago. La autoestima es un poco como el alimento, todos la necesitamos pero no siempre llega cuando se siente el aguijón de la necesidad. Además lo tangible, como el alimento, también es más fácil de medir. Una madre atenderá con rapidez la necesidad de comer de su niño de tres años porque tiene una idea clara del valor de la alimentación para la vida, pero quizás no reconozca o no valore del mismo modo el hambre de valoración del pequeño que ha conseguido atarse solito los cordones de los zapatos. Si satisfacer las necesidades alimenticias es vital para la vida física, satisfacer las necesidades del yo es vital para la vida psíquica.

Los pequeños éxitos del aprendizaje pueden pasar con una mera sonrisa, un comentario banal o incluso pasar desapercibidos, como algo que tenía que ocurrir de todos modos tarde o temprano. Ocurre que los niños oyen con más frecuencia frases como "¡que alto estás! ¡Qué guapo estas! hechos sobre los que el niño no tiene control alguno, mientras que frases como ¡qué bien lo has hecho! ¡tu esfuerzo ha merecido la pena, lo has conseguido! ¡bien hecho! puede que no suenen con tanta frecuencia. La ironía es que probablemente en la intimidad los padres se congratulen de lo listo que es su vástago y compartan su satisfacción con amigos o vecinos.

Y así vamos creciendo, buscando éxitos que se toman como hechos cotidianos "normales", sin un valor particular. Traer buenas notas a casa, aprobar, o debería decir mejor "ser aprobado", es lo que se supone que tiene que hacer un chaval. Depende de él mismo. Sin embargo comentar en familia el esfuerzo o las dificultades encontradas para llegar a esa aprobación/valoración" del maestro es quizás poco habitual.

Con frecuencia tambien se asume como "normal" pasar por la universidad y llegar a un puesto de trabajo sin recibir más que algunos templados parabienes. Un trabajo bien hecho es lo que se espera de uno ¿por qué tendría que ser tema de parabienes cumplir con la obligación? Tanto es así que cuando éstos llegan con frecuencia ni siquiera sabemos como responder. Un "gracias" entre dientes, o un "no tiene importancia", suele ser lo único que se nos ocurre porque no estamos acostumbrados a la valoración y el elogio por nuestras acciones, más bien al contrario, partimos de la base de que más nos vale hacer las cosas no solo bien, sino mejor que bien, porque se ha corrido la voz de que en la empresa nadie es imprescindible, lo que en realidad es mentira, como explica Ivan Lasso en su post titulado Lo del barco y los pasajeros.

recibir actualizaciones por correo electrónico
Technorati Profile

viernes, 4 de enero de 2008

De todas las posibilidades para relajarse ¿cual eliges?


Un comentarista anónimo pregunta en el post de ayer que se hace cuando ya se ha identificado lo que se padece. Si el estres no obedece a causa ajenas o no se reduce con las técnicas de relajación habituales siempre está la opción de consultarlo con un médico que decida si se trata de un trastorno o si son los pensamientos y las emociones los que tienen la capacidad de cambiar la forma en que responde el cuerpo, como dice Robert M. Sapolski.

Si no tenemos que preocuparnos de resolver situaciones de emergencia, como el hambre o el peligro, lo importante es que el pensamiento no se desboque y actue por su cuenta. Hay varios tipos de técnicas de relajación, todas muy trilladas, pero son las que funcionan, porque lo esencial para reducir el estrés es producir endorfinas. La propia Wikipedia, en su entrada sobre estos opiáceos, ya ofrece una larga lista de ideas para estimularlas, de acuerdo con los consejos de expertos, entre las que se puede elegir lo que mejor se adapte a las circunstancias personales.

Todo sirve, pero especialmente relativizar en lo posible las situaciones negativas que van surgiendo y concederle mayor importancia a lo que hay de positivo en la vida de cada uno, o el truco de la botella medio vacía o medio llena; también muy trillado, ya lo sé, pero es que al observar con atención la lista que ofrece wikipedia uno se imagina a esa gente que arriesga su vida en una patera para lograr llegar a un país desarrollado en el que encontrar trabajo. ¿Cómo decirles que para aliviar el estrés nosotros tratamos de recordar situaciones placenteras, hacemos yoga, tai-chi, meditación, "footing", o nos vamos al gimnasio, o mas chistoso aún, vamos a cursos de risoterapia, todo ello para producir endorfinas? ¿Que pensarán ellos de esta situación de nuestro idealizado mundo de abundancia?


Recibir actualizaciones en mi bandeja de entrada
Subscribirse a Observando

jueves, 3 de enero de 2008

Dime lo que piensas y te diré lo que padeces IV

Los síntomas más habituales de estrés:

1.- Cognitivos:

  • Problemas de memoria
  • Indecisión
  • Incapacidad para concentrarse
  • Dificultad para pensar con claridad
  • Dificultades para juzgar las situaciones realísticamente
  • Ver únicamente los aspectos negativos
  • Pensamientos rápidos y desordenados
  • Preocupación constante
  • Pérdida de la objetividad
  • Temores que se anticipan a los acontecimientos

2. Emocionales

  • Mal humor
  • Agitación
  • Intranquilidad
  • Irritabilidad ("saltar" por cualquier cosa)
  • Impaciencia
  • Incapacidad para relajarse
  • Sensación de tensión, nerviosismo
  • Sensación de falta de control sobre las situaciones
  • Sentimientos de soledad o aislamiento
  • Depresión o tristeza profunda

3. Físicos

  • Dolores de cabeza o de espalda
  • Tensión muscular
  • Diarrea o estreñimiento
  • Nauseas y/o mareos
  • Insomnio
  • Dolor en el pecho, pulsaciones rápidas
  • Pérdida o aumento de peso
  • Problemas de piel, eczemas y similares
  • Dolores de cabeza
  • Pérdida del apetito sexual
  • Catarros o infecciones localizadas


3.- Del comportamiento

  • Comer más o comer menos de lo habitual
  • Dormir más o menos de lo habitual
  • Aislarse de otras personas
  • Postponer las tareas o evadir responsabilidades
  • Beber, fumar o usar drogas para relajarse
  • Desarrollar hábitos nerviosos (morderse la uñas, pasear cual oso enjaulado)
  • Rechinar los dientes o tensar la mandíbula
  • Excederse en algunas actividades (el ejercicio, las compras, etc.)
  • Reaccionar desproporcionadamente a problemas inesperados
  • Buscar pelea, discutir acaloradamente, entrar en conflictos

recibir actualizaciones por correo electrónico