Es una frase de Dostoyevski que invita a la reflexión y la imagen de la famosa píramide de las necesidades humanas de Abraham Maslow viene a confirmarla en todo su significado. No estaría de más que formara parte de la educación de los niños, reeditada y al alcance de su comprensión, porque si bien los primeros escalones son obvios y resulta fácil indentificar la carencia cuando llegamos a los últimos dos tramos caben las interpretaciones y la cosa se complica un poco si nos lo aplicamos a nosotros mismos.
A menos que tuviéramos siempre delante un espejo en el que vernos cuando interactuamos con los demás es bastante difícil estar conscientes de la imagen que estamos dando si no podemos ver la forma en que miramos ni estamos continuamente escuchando el tono de voz que empleamos, ni nos damos cuenta de nuestro modo de caminar.
Todo esto puede resultar profundamente irritante para otras personas y cuando hay confianza es fácil que nos recriminen por estos actos involuntarios, por ese lenguaje corporal. "No me hables así" "no pongas esa cara", "no arrastres los pies, "no hagas eso", o aquello o lo otro, son comentarios, aparentemente banales, que pueden hacernos sentir extremadamente incómodos, incluso herirnos, porque frente a la opinión de otros nuestro comportamiento parece ser inadecuado y sentirse inadecuado es una sensación desagradable que cuanto menos puede causar frustración incluso a veces hostilidad manifiesta. En esta y en otras situaciones parecidas salta el conflicto. Para resolverlo uno podría aceptar los hechos como dice el quinto tramo de la pirámide y adecuar la forma de mirar, hablar, caminar, actuar, pensar, a lo que el otro espera pero eso supondría decir adiós a la propia espontaneidad y aceptar prejuicios ajenos. No parece muy práctico. Además aún suponiendo que se pudiera controlar la forma de mirar, sentir, pensar, caminar o actuar en ese preciso instante y con esa persona en particular ¿no se estaría cediendo al control que el otro pretende ejercer sobre los propios actos?
¿Debería uno asumir que es él quien debe controlarse y resolverlo aceptando las formas de los demás? El problema es que enfrentarle con los hechos y responderle que los demás no son responsables de lo que él siente no ofrece garantías de que lo acepte y puede estar perpetuando el conflicto.
Muchos dirán que una retirada a tiempo es una victoria, por aquello de que los que más exigen a menudo son los que menos tienen que ofrecer, pero huir presupone que uno tendría que estar siempre huyendo, o rompiendo relaciones, y eso puede resultar poco práctico o imposible. Claro que también es verdad que se puede huir sin moverse de la silla y eso nos podría acercar a las premisas de la pirámide. Bastaría con abstraerse durante unos instantes, mientras dejamos que hable, prestando atención a lo que uno siente, manteniendo la calma si uno se percibe alterado, concentrándose en la propia respiración, incluso añadir algo de humor visualizándose bajo la ducha, o en una playa con palmeras, para rebajar los calores de la tensión. En esos segundos de concentración en el propio sentir se puede también encontrar la paciencia que permitirá seguir tratando al otro con amabilidad y cordura, o hacer caso omiso de la situación sin que se note. He visto con frecuencia que esto es suficiente para que la tensión se esfume en un instante, casi por arte de birlibirloque .
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